Chihuahua capital es un lugar de contrastes
en un lugar seco y arenoso, que refulge en medio del desierto. Con sus templos
de origen colonial, edificios de líneas vanguardistas, centenares de industrias
maquiladoras y sus botas de vaquero que se exhiben en las vitrinas de las
tiendas.
Por su cercanía al sur de los
Estados Unidos, el chihuahuense de hoy afronta un nuevo mestizaje, que mezcla
las tradiciones y rasgos culturales mexicanos con los estilos de vida que
irradian de su gigantesco vecino, localizado al otro lado del río. Lo cual se
evidencia en la arquitectura, los conceptos artísticos y hasta en la
alimentación, características que le dan un toque distinto a la ciudad.
Fundada en 1709 por don Antonio
Deza, la ciudad gozó de prosperidad en sus primeros años, por la bonanza de las
minas aledañas y la presencia de las órdenes religiosas católicas, que
auspiciaron la construcción de hermosos templos en el siglo XVIII, generalmente
de estilo barroco.
Las "casas de Dios" se
erguían por las calles de una ciudad ensoberbecida por las riquezas mineras.
Así surgió la Catedral, una obra maestra hecha de cantera, cuya construcción
demoró más de un siglo; y la iglesia de San Francisco, de gran importancia
histórica por haber albergado en absoluto secreto, los restos del padre Miguel
Hidalgo, el iniciador de la gesta independentista mexicana.
Durante la lucha por la
independencia, Chihuahua fue el escenario de uno de los hechos más dramáticos
de este periodo histórico: el fusilamiento, en 1811, del padre Hidalgo en el
patio central de actual Palacio de Gobierno. En homenaje a este insigne hombre,
se erigió en el mismo lugar de su ejecución el llamado Altar de la Patria, que
honra su memoria.
Años más tarde, las injusticias
en contra de los indígenas ocasionaron el levantamiento de Francisco
"Pancho" Villa, que al mando de la famosa División del Norte,
convirtió al estado en la cuna de la Revolución Mexicana. En la actualidad, su
casa y cuartel, la Quinta Luz, es un atractivo museo que permite conocer la
azarosa existencia de un personaje histórico que se convirtió en leyenda.
Cuando amainó la tempestad
revolucionaria, el estado de Chihuahua inició un lento proceso de
industrialización que trajo como consecuencia el desarrollo de las llamadas
maquiladoras (grandes plantas de montaje), las cuales han cambiado el rostro de
este rincón del desierto.
Lo que no cambió ni la revolución
ni el "boom" industrial, es la desolada grandeza del desierto, la
profunda belleza de las barrancas, el refrescante ímpetu de las cascadas, el
sosiego de los bosques o la calidad de los cultivos del celebérrimo chile
mexicano que en su mayoría proviene del estado más grande del país que es
Chihuahua.
Chihuahua debe ser uno de los
pocos lugares en el mundo en el que se puede viajar a través del tiempo, con la
misión de descubrir la extraña forma de vida de los menonitas, una colonia
religiosa de origen alemán que vive en los alrededores de la ciudad Cuauhtémoc.
Los menonitas mantienen su estilo
de vida propio. Sus comunidades -ordenadas, pujantes, devotas- parecen
extraídas de un libro mágico. Y es que ellos se resisten a abandonar sus
centenarias costumbres.
El viaje al pasado se prolonga en
el Complejo Arqueológico de Paquimé, uno de los más importantes legados
prehispánicos del norte de México. En esta zona existen cerca de medio centenar
de edificios, algunos hasta de tres pisos. También se deben visitar las grutas
cercanas al pueblo de Madera, las cuales atesoran en su interior antiguas
construcciones prehispánicas.
Otro atractivo impresionante son
las Barrancas del Cobre, cuatro veces más anchas que el gran cañón del Colorado
(Estados Unidos) y con montañas que superan los 3,000 metros de altura sobre el
nivel del mar. Un territorio que
impresiona y se goza, al subir al tren Chihuahua al Pacífico, que recorre una
de las geografías más enrevesadas del planeta.
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